Uno de los aspectos de los que más se enorgullecía Buster Keaton en su autobiografía era el hecho de que las películas que él y otros cómicos de slapstick produjeron en los años 20 tuvieran más éxito que muchos de los films de prestigio de los grandes estudios. A Keaton le enorgullecería por tanto saber que a día de hoy los principales cómicos de slapstick han acabado siendo más recordados por el gran público que prácticamente cualquier otra estrella de cine de la era muda.
En su época, no obstante, el slapstick no gozaba de la
consideración que tenía hoy día. Dicho género tenía su origen en el mundo del vodevil, en los números de humor físico que los cómicos interpretaban en diversos salones de variedades de todo el país. Obviamente no era un punto de partida muy respetable, pero tenía sentido que este género se trasladara al mundo del cine debido a su popularidad.
Inicios del género
Aunque lógicamente existen varios precedentes de cómicos que irrumpieron con éxito en la gran pantalla, como el francés Max Linder, se suele citar como punto de partida del slapstick la entrada en el mundo del cine de un tipo llamado Mack Sennett. Sennett era alguien curioso, ya que se trataba de un cómico sin mucha gracia, lo cual hacía suponer que su futuro no sería muy brillante. Pero lo que le faltaba de comicidad lo tenía en astucia. Cuando Sennett fue llamado al mundo del cine para actuar en varios cortometrajes de la unidad que llevaba D.W. Griffith, entendió rápidamente que ese medio era el futuro y, lo que es más importante, que ese tal Griffith tenía las claves para triunfar haciendo películas. Así pues, Sennett tomó nota atentamente de todo lo que hacía el innovador Griffith y empezó a escribir sus propios guiones para películas cómicas.
El nacimiento de la edad de oro del slapstick tiene una fecha concreta: 1912, cuando Sennett fundó su propia compañía donde por fin podría realizar sus propias comedias: la Keystone Durante más de diez años, la Keystone fue sinónimo de la comedia cinematográfica. Los cortometrajes cómicos de Sennett tenían un éxito apabullante por todo el país y fue a partir de estas películas que el género realmente consiguió despegar en la gran pantalla.
Lo que a Sennett le faltaba de actor cómico, en cambio lo tenía de productor. Sus primeros cortometrajes, que a día de hoy pueden parecer algo primitivos, en su momento eran casi revolucionarios. Nadie había sabido hasta entonces explotar con tanta gracia las posibilidades de un humor esencialmente simple basado en caídas y tortazos. Por otro lado, sus films contenían una serie de ingredientes que los hacían especialmente atrayentes al público y que le sirvieron de signo de identidad respecto a la competencia.
Para empezar, tenían como personajes recurrentes a los famosos policías de la Keystone, que no eran más que unos agentes que aparecían siempre en algún momento del corto para intentar poner el orden con desastrosas consecuencias.
Además, el público masculino por otro lado tenía el aliciente de las 'bathing beauties', que eran, simple y llanamente, chicas en bañador. Su finalidad era solamente ornamental, pasearse en algún momento de la película con el provocativo bañador de la época sin participar siquiera en la trama. Sennett tenía las cosas claras y no se complicaba la vida: si una chica bonita enseñando las piernas atraía a más público, él la ofrecía aunque fuera metida con calzador.
Por último, otro rasgo característico de la Keystone aprendido directamente de las enseñanzas de Griffith eran las delirantes persecuciones que siempre se emplazaban al final de cada cortometraje. Sennett aprendió bien el funcionamiento del famoso 'rescate a última hora' que Griffith había puesto en funcionamiento en muchos cortometrajes y creó su propia versión humorística. Sus persecuciones, a diferencia de las de Griffith, tenían motivos cómicos y generaban nuevos gags de porrazos y caídas, pero mantenían el mismo grado de suspense enganchando al público a la butaca.
Con toda esta iconografía surgió la primera generación de grandes cómicos del cine norteamericano, como Ford Sterling, Hank Mann y Mabel Normand. Todos ellos fueron inmensamente populares en su momento y protagonizaron literalmente cientos de cortometrajes, ya que la Keystone debía tener películas nuevas cada semana. La mayoría de estos films están perdidos, pero aún quedan algunos ejemplos que dan una idea de cómo era el primer slapstick de la Keystone.
Chaplin y Arbuckle
En su edad de oro, la popularidad de la Keystone era tal que algunos de sus cómicos se convirtieron en estrellas por derecho propio que decidieron emprender sus carreras por su cuenta. Éstos serían los que en los años 20 dominarían el panorama y harían del slapstick una forma de arte.
Uno de los cómicos que empezó con éxito en la Keystone y luego decidió probar suerte de forma independiente fue Roscoe Arbuckle, conocido como Fatty. Su rasgo más distintivo era su increíble agilidad en contraste con su no menos increíble obesidad. Pero también es cierto que Arbuckle era un muy buen director de comedia. Su personaje de carácter infantil gustaba mucho al público, pero su carrera se truncó repentinamente a principios de los años 20 al verse envuelto en un desgraciado escándalo.
En una fiesta organizada por él murió misteriosamente una actriz llamada Virginia Rappe, que se dijo que había muerto violada brutalmente por el obeso Fatty. Los diarios se hicieron eco de esos rumores y dieron una enorme cobertura sensacionalista al juicio que siguió a la muerte de Rappe. Cuando se declaró a Arbuckle inocente del cargo ya era demasiado tarde: la prensa había hundido su carrera por completo y era un apestado en Hollywood. Sumido en un profundo alcoholismo, Arbuckle moriría diez años después en un completo e injusto olvido. Incluso décadas después, los libros sobre comedia cinematográfica solían evitar su nombre pese a ser objetivamente una referencia ineludible, y fueron muy pocos los que se atrevieron a reivindicarlo, como por ejemplo su buen amigo Buster Keaton. El reciente lanzamiento de parte de su obra en DVD quizá contribuya a hacerle algo más de justicia.
Otro cómico que también empezó a destacar fue Charles Chaplin, el cual no creo que necesite presentación. Proveniente del music-hall inglés, Chaplin empezó como actor en la Keystone y en un año ya era, al igual que Arbuckle, director, productor, escritor y protagonista de sus cortometrajes, que controlaba celosamente. Cabe destacar como uno de los rasgos más curiosos del slapstick el que muchos de sus grandes nombres tuvieran tal autonomía para hacer sus obras en una época en que normalmente esos roles se hacían por separado. Al ser la mayoría de ellos cómicos de vodevil, seguramente sentían la necesidad de controlar cada detalle de cada gag, y por ello debían supervisar todo el proceso. El enorme éxito del slapstick hizo que los grandes estudios no les pusieran pegas a otorgarles tal libertad, incluso cuando los films de slapstick se fueron volviendo más caros y complejos.
Si Mack Sennett fue el gran propulsor del slapstick, Chaplin fue el que fomentó su perfeccionamiento con unos cortometrajes que ya estaban a un nivel muy superior a lo que ofrecía la Keystone. En primer lugar creó y mimó con esmero su personaje del vagabundo Charlot. En segundo lugar era un obseso del trabajo que pasaba horas pensando cómo perfeccionar cada gag para que funcionara lo mejor posible. Para redondearlo, se atrevió a dar cierta respetabilidad al género añadiendo elementos tragicómicos, moviendo al espectador de la risa al llanto. ¿Quién hubiera pensando que un género considerado tan simple pudiera hacer llorar también?
Los resultados hablan por sí solos: los cortometrajes que hizo Chaplin en la Mutual, la Essanay y la First National son una absoluta maravilla. No sólo era el mejor cómico de slapstick del momento, sino uno de los mejores directores de cine en general, algo que iría a más con el salto de década, cuando se pasó al largometraje. Pero antes de eso, Chaplin ya había demostrado que un cortometraje de slapstick podía tener cientos de posibilidades si su creador sabía aprovechar las ventajas del lenguaje cinematográfico, algo de lo que sus colegas tomaron buena nota...
Harold Lloyd y Buster Keaton
A diferencia de la mayoría de cómicos mencionados aquí, Harold Lloyd no venía del vodevil, sino que era un actor propiamente dicho que decidió especializarse en comedia. Otra diferencia que ha provocado que a nivel crítico esté tan olvidado hoy en día es que él no dirigía sus propias películas, tarea que encomendaba a directores como Fred C. Newmeyer y Sam Taylor, aun cuando él era indudablemente el principal responsable de las mismas.
Sus primeros cortometrajes tuvieron cierto éxito, pero pronto se cansó del personaje que interpretaba, el típico clown de slapstick sin personalidad (desafortunadamente, creo que no se conservan casi ejemplos de esta etapa suya). En busca de un nuevo personaje cómico más interesante, se le ocurrió crear uno que encarnara al prototipo de joven americano normal y corriente, que él bautizó sencillamente como The Boy. Pero precisamente como encarnaba a un chico normal, necesitaba un rasgo distintivo para destacarse del resto. Finalmente tuvo una idea genial: su personaje llevaría unas gafas carey. Había nacido otro de los símbolos más conocidos de la comedia cinematográfica.
Aunque hoy en día no es tan recordado como Chaplin o Keaton, en su época solo Chaplin le hacía sombra en cuanto a popularidad y prestigio. Su personaje encantó al público, ya que suponía un contraste respecto a los alocados cómicos que poblaban el género: el chico que encarnaba Lloyd era simpático y entrañable, pero hacía las mismas locuras slapstick que el resto. Lloyd se aprovechó de eso para seguir el camino de Chaplin, otorgando a su personaje algunos rasgos más dramáticos.
El tercer cómico que cierra el triángulo de grandes del slapstick es obviamente Buster Keaton. Keaton aportó una visión del género totalmente distinta a la de sus colegas, mucho más fría y cerebral, con un personaje que tenía como rasgo distintivo que nunca reía. Ese rasgo venía de sus actuaciones en el mundo del vodevil, donde actuaba con sus padres desde que era niño y aprendió que el público no se reía cuando el cómico también lo hacía. No obstante, en alguno de sus primeros cortometrajes se le puede ver riendo y ofreciendo una interpretación mucho más expresiva, lo cual hoy en día nos resulta hasta chocante.
Entró en el mundo del cine actuando en cortometrajes de Roscoe Arbuckle y pronto empezó a dirigir, escribir y protagonizar los suyos. Una de sus características era su increíble facilidad para llevar a cabo números físicos difíciles y, a menudo, peligrosos. Al haber hecho sketches de humor físico desde pequeño, Keaton tenía la extraña capacidad de recibir golpes y sufrir aparatosas caídas saliendo indemne. Por ello, sus películas explotaban esta faceta llegando a veces al límite de poner en peligro su vida.
Su estilo de slapstick es el favorito de muchos aficionados al género (entre los que me incluyo), ya que sus gags tenían a menudo una complejidad semejante a la de Chaplin y Lloyd, pero Keaton llegaba al extremo de estructurarlos casi como una maquinaría de relojería en que cada pieza tenía que estar cuidadosamente en su sitio.
Estos tres cómicos fueron los que luego deslumbrarían dando el salto al largometraje.